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Shock cultural - Mal de muchos

Al considerar emprender una migración es importante saber que casi todo el mundo que trabaja, estudia o vive en un país donde no nació experimentará algún grado de shock cultural. Esto no implica necesariamente una dificultad psicológica sino entender que será necesario sobrellevar un período inicial de ajuste que irá desde adaptarse a la comida, al clima, al idioma hasta aprender cómo se hacen en este nuevo lugar las cosas que hemos hecho con total naturalidad hasta ahora. Aunque alguien tenga toda la paciencia del mundo y sea sumamente flexible esta adaptación por momentos se torna ardua y frustrante.
Es una tarea que nos puede encontrar más o menos predispuestos y, si bien las ganas contribuyen significativamente, puede afectar nuestro estado anímico ya que, más allá de que tengamos una excelente predisposición al cambio, el shock cultural implica reacciones físicas, emocionales y psíquicas. Los altos y bajos que se suelen experimentar en la cotidianeidad en la nueva cultura estarán, por supuesto, influenciados por el grado de diferencia (mayor o menor) de los perfiles culturales propios y de la ciudad que nos está acogiendo.


Procesos Migratorios en la Actualidad

La migración es un proceso tan antiguo como la humanidad misma. Lo que aparece con cada vez mayor frecuencia en los últimos años es el fenómeno del traslado de ciudad o de país por oportunidades laborales concretas. Ya no es gente huyendo de un país buscando nuevos horizontes luego de una guerra o de problemáticas particulares. Sino que se trata de personas que están relativamente bien en su ciudad natal y reciben una interesante propuesta que implica una relocación. Estos traslados son complejos, ya que muchas veces se moviliza no solamente el empleado sino también toda su familia y, al implicar a varias personas, la adaptación suele ser más complicada.


Ahora bien, ya sea que se trate de una decisión individual o familiar, de una oportunidad laboral o, incluso, de un deseo de conocer nuevos horizontes, lo cierto es que nadie se salva de lo que se ha dado en llamar “shock cultural”. El nombre es bastante acertado ya que se trata ciertamente del impacto que produce en uno el quedar sumergido en una cultura que, más allá de lo que creamos en un primer momento, francamente desconocemos.


El ya famoso “Shock Cultural”

El shock cultural es el nombre que se le da a los sentimientos de desorientación, confusión y nerviosismo que experimenta una persona al estar viviendo (y aclaramos, no vacacionando) en una cultura que no le es familiar. Entonces sucede que todos los cambios que pueden resultar emocionantes llegado un punto empiezan a tornarse abrumadores.
Es fundamental entender que esto es lo esperable y que no se trata de un “fracaso”. Con sólo detenerse por un minuto a pensar podemos apreciar que está en juego la entrada a una cultura diferente y por ende tanto los valores como los estilos de comunicación probablemente sean distintos a lo conocido.
Están las diferencias que son evidentes: idioma, costumbres, reglas de cortesía y etiqueta, modos de vincularse. Pero también hay que tomar en cuenta las diferencias que existen en el entorno, en el ambiente en que esa persona estará inserta todo el tiempo: desde los carteles, publicidades, billetes, hasta las “reglas” tácitas de cada sociedad para manejarse en la calle, con la gente, con el tránsito, etc. Asimismo habrán diferencias que afecten directamente al cuerpo como ser temperatura, clima, horarios, comidas o costumbres de higiene. Tanta diferencia constante va erosionando el humor y el carácter. Es esperable que uno sienta momentos de mucha angustia, de haber perdido sus referentes e incluso, hay quien teme estar volviéndose loco.

Nuestra mirada sobre el mundo tiene un anclaje cultural. Los tonos de voz, los tratos que se consideran cordiales y respetuosos entre la gente, las maneras de pedir y responder a los pedidos, todo eso es inherente a la cultura. Entonces quien emprende este camino va a estar rodeado de gente que ha crecido en otro ambiente, con otras costumbres, con lo cual se deduce que es lógico que surjan confusiones y conflictos. Sumado a esto, la complejización de cuestiones que hacen a la cotidianeidad no es un tema menor. Es importante tomar en cuenta que ya sea pedir un café, hacer una compra o encontrar un producto determinado -cuestiones que en el país de origen son muy sencillas- ahora se tornan mucho más difíciles y, por ende, insumen el doble de tiempo al que la persona está acostumbrada.
La comparación para el ser humano es algo inevitable. La gente sopesa las cosas en relación a lo que conoce. Desde niños nos acostumbramos a un aprendizaje a través de la comparación, la seriación y la clasificación pero justamente esto juega muy en contra a la hora de intentar llevar adelante un proceso adaptativo satisfactorio.
Es común la creencia que teniendo una actitud positiva podrían evitarse estas problemáticas pero esa es una apreciación algo superficial. Si bien es cierto que no es lo mismo tener una posición curiosa y ávida de aprendizaje que arrancar desde el prejuicio, también es cierto que llegado un punto, la complicación que aparece en cuestiones básicas y sencillas suele terminar por agotar a cualquiera, más allá de su buena predisposición.
Conviene recordar que puede resultar sumamente difícil imponerse el buen humor y que, afortunadamente, en esta época contamos con muchas herramientas para suavizar las transiciones. Así como existe mucha información al respecto, también hay foros donde se puede dialogar con otros e incluso recibir el apoyo de psicólogos especializados que trabajan de manera online, lo cual permite recibir un apoyo adecuado que permita alivianar la angustia y facilitar el proceso.


Lic. Paula Vexlir



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