Algunos puntos para los que se quedaron

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Hace tiempo atrás, en un grupo de apoyo a cónyuges acompañantes (angloparlante aunque tengo ganas de que pronto pueda existir algo así en español) alguien preguntaba por material concreto para compartir con su familia que permanecía en el país de origen, dado lo difícil que resulta a veces explicar lo que uno está viviendo. Así nace este post de hoy, intentando colaborar con una respuesta a ese pedido. Entonces aquí van esas cosas que uno querría que los demás entiendan para no tener que intentar explicarlas:

1. Las fotos que mando o que publico en Facebook (o cualquier otra red social) no representan el 100 % de mi tiempo. Igual que les pasa a todos −o mejor dicho a casi todos−. Si ves una playa paradisíaca, una catedral antiquísima, un lugar histórico o un paisaje increíble, sí, eso puede ser que esté formando parte de mi vida. Tal como hay museos y lugares lindos en tu propia ciudad, pero tampoco es que uno se la pasa haciendo turismo todo el tiempo.

2. Vivir afuera es una experiencia y como toda experiencia en la vida tiene sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas. A veces parece que se hace hincapié en una sola parte y termina siendo una imagen distorsionada. Por eso hoy te cuento que también forman parte de mi vida los días en que me siento solo, en los que siento que me faltan mis seres queridos, en que deseo que todos a mi alrededor hablen mi idioma (y esto va también para los que se mudan entre países que hablan el mismo idioma porque siempre existen esas palabras que se usan de manera diferente, ese momento en que no me entienden).

3. Es muy difícil para mí tener un sentimiento de pertenencia a un lugar. Ese sentir que uno pertenece a un grupo para siempre se suele perder cuando uno ha migrado. La sensación más fuerte es que tengo un pie en cada lado, una parte en cada lugar. En fin, no es que ya no me importe mi país sino que luego de atravesar esta experiencia uno ya no soy el mismo (Si este punto se sigue complicando hay otros posts donde hablo de esto).

4. Los quiero, los adoro, me encanta verlos, pero cuando regreso de visita también me abrumado. Los sentimientos son intensos, los recuerdos que vienen a la mente, los cuestionamientos que uno se hace. Si no me ven exultante todo el tiempo sepan que por dentro es super-intenso lo que estoy viviendo. Sin caer en el “me duele más a mí que a ti”, es importante recordar que no me fui por ustedes, no me fui para huir de ustedes, no vivo afuera porque no los quiera. Me duele tanto como a ustedes estar lejos. Hubo motivos de crecimiento (laboral, personal, de pareja, etc.) que me llevaron a tomar esta decisión tan difícil y siempre es movilizante volver a verlos.

5. También te cuento que, cuando uno vuelve de visita tiene que intentar acomodarse a otro ritmo y, sobretodo, uno termina en una especie de desarreglo tratando de acomodarse a los tiempos de los demás. (Casi siempre uno está de vacaciones y los que uno visita está viviendo su habitual cotidianeidad, esto siempre suma a los desencuentros que uno querría evitar).

6. Habiendo partido hace tiempo, ya no estoy acostumbrado a compartir la casa con mis padres (o con algún otro familiar/amigo). Hace años que no la comparto (o solo la comparto con mi nueva familia/pareja) y, claro, entonces es posible que surja algún que otro roce de convivencia, sobretodo, si tomamos en cuenta que mientras unos están de vacaciones otros están en su rutina habitual (Este punto quizás no corre para todos pero suele ser cierto para la mayoría).

7. “Todo es según la lente con que se mire”, dicen algunos. Podría agregar que la distancia agranda la perspectiva. Al haberme ido hay ciertas cosas que, por una cuestión de perspectiva nomás, puedo ver y que cuando estaba “adentro” no podía observar. Si hago algunos comentarios no estoy hablando necesariamente contra mi país, no es que me he vendido ni nada por el estilo sino que mi mirada ahora abarca nuevas cosas. No digo que sea mejor ni peor; es solo que al haber visto otras costumbres sucede que la visión se expande.

Y un pequeño consejo como cierre de la nota. Sabemos que hay afecto, sabemos que hay cariño. Entonces, si hay (o hubo) diferencias con nuestros familiares o amigos (ya sean ideológicas, políticas, de opiniones sobre los familiares, en fin, cualesquiera sean), hagamos un acuerdo: intentar aceptarlas. Total, después tendremos tiempo para procesar esas situaciones, esas diferencias. Durante los encuentros, soportemos lo mejor posible el hecho de no estar de acuerdo con algunas cosas y aprovechemos este tiempo juntos de la mejor manera posible.

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