Siempre que llovió paró… y volvió a llover

Por supuesto, no es que necesariamente volvió a llover al ratito. Bueno a veces sí, no? Llueve un poquito, para y uno se anima a salir sin paraguas y zas!, llueve otra vez. Pero ese no es el punto de hoy. No no. Hoy vamos a hablar de otra cosa.

Seguro escuchaste la frase “siempre que llovió, paró”. Y si no, la estás conociendo hoy. Son unas palabras que se usan seguido, sobre todo para intentar consolar, reconfortar a alguien que está pasando por un momento difícil.

Si bien es un intento de aliento más veces de las que puedo contar escucho pacientes quejándose de que se la digan. Pero ese no es el tema acá.  l tema acá es otro y pasemos ya mismo:

Es cierto que la lluvia eventualmente para. Tan cierto como lo es que eventualmente vuelve a llover.

¿Y por qué esto sería relevante? Digo, es un hecho de la naturaleza, ¿por qué, entonces, detenernos en esto?

Porque tal como he dicho antes, nuestras expectativas enmarcan nuestra experiencia. Y entonces creer solamente en la primer parte de la frase nos puede complicar más de lo que nos ayuda. Veamos un ejemplo:

Carolina vive en un país lejano. Lejano al de su origen. Migró por su pareja. Se conocieron de vacaciones, estuvieron un tiempo con una relación a distancia y finalmente no pudieron soportar más los kilómetros que los separaban. Evaluaron ambos países y la decisión más lógica fue el traslado de ella.

No la malinterpretes. Ella estuvo y está de acuerdo con que lo más lógico es vivir ahí. Es sólo que a veces se hace taaaan difícil. Y conste que digo a veces porque no son todos los días. No, son más bien períodos.

Ella habla de sus días buenos y de sus días no tan buenos. Nótese de entrada el esfuerzo optimista que está haciendo. Y, por supuesto, el optimismo está más que bien. El problema se arma cuando el optimismo la lleva a una expectativa imposible. Porque ahí solo la espera la frustración.

Nadie pensaría que porque tuvo hambre y comió no va a volver a tener hambre, ¿no? Sin embargo tendemos a tener esta ingenua mirada sobre las contrariedades que se pueden presentar en nuestra vida.

Entre la New Age que insiste que no podemos pensar en nada negativo porque sino lo atraemos -como si el inconsciente no pensara por nosotros sin que lo manejemos- (eso si querés lo abordamos en otro post)… Decía, entre la insistencia positivista por un lado y la necesidad de que nuestra vida parezca un comercial de jabón en polvo (y sí, la publicidad tiene efectos en lo que creemos posible, fijate sino las adolescentes y los cuerpos photoshopeados) no queda lugar para que podamos entender que así como volvemos a tener hambre, así como volvemos a estar cansados para dormir a la noche, así también la lluvia vuelve.

Entonces en esta pretensión de vida pura, limpia, sin tropiezos, también perdemos de vista otro beneficio de la “lluvia”. Y en esto creo que la frase que se utiliza también nos da la respuesta.

Nadie dudaría en lo importante que es la lluvia para la tierra, ¿no? Y ojo, acá no te estoy diciendo que abraces la crisis como una oportunidad. No, porque crisis es crisis y oportunidad es oportunidad. Si vos podés ver la oportunidad en la crisis genial, está buenísimo, pero no toda crisis es una oportunidad. Sino volvemos otra vez al exceso de optimismo que no nos permite nombras las cosas en su real dimensión.

Entonces sí, la naturaleza nos enseña lo que insistimos en no ver: la lluvia para, no llueve tooodos los días pero que pare la lluvia no quiere decir que no vaya a volver.

Las sociedades que pueden aceptar esto también pueden utilizarlo para saber cuándo plantar, cuándo regar, para utilizar mejor la tierra. Pero una inundación no sería una oportunidad para quien tiene que sembrar.

Lo que sí siempre es una oportunidad es llamar a las cosas por su nombre. Porque sólo de esa manera podremos darles su real dimensión y prepararnos para actuar con una respuesta adecuada que nos ayude a cuidarnos y no a salir sin paraguas -cuando está por largarse de nuevo en cualquier momento- porque total, siempre que llovió paró.

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