La solución en tus manos

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María se siente rara. Es casi casi como si tuviera una piedra en el zapato… todo el tiempo. Si mira su vida desde afuera todo parecería estar bien: pero no, ella no se siente ni remotamente bien. Tampoco es que se siente tremendamente mal y por eso justamente se le hace difícil poder compartir lo que le está pasando.

Sus amigas la ven distinta, como si estuviera poniendo distancia. Juan, su pareja, la ve como un poquito apagada. Pero María ni está poniendo distancia ni se está apagando, para nada. Adentro suyo hay una intensidad enorme pero no es una intensidad placentera.

María sabe que están preocupados, y eso la pone aún peor. Ella no quiere causarles molestias ni problemas. Ni a sus amigas ni a su pareja. Ellos siempre la han apoyado. Pero con esto no sabe qué hacer… no encuentra motivos “lógicos” y racionales como para sentirse así pero tampoco puede evitar esta sensación extraña. Y, aunque no le gusta, no puede evitar estar como más triste, menos motivada.

Y sí, la vida tiene altibajos, no todos los días son iguales pero a veces los bajos, como le pasa a María, se empiezan a presentar demasiado seguido. Y esto no quiere decir que María esté deprimida, para nada. Porque no es que siente un dolor tremendo, un dolor en el alma. Es más, se levanta de la cama por las mañanas casi sin problema, a veces le cuesta un poco más pero bueno, eso es de lo más normal en ella.

Lo que sí es claro es que no sabe qué le pasa ni tiene mucha idea de cómo podría descubrirlo.
Te cuento un poco más. María vive hace cinco años en un país diferente del que la vio nacer. Viajaron juntos, con Juan, buscando un destino con más oportunidades y así fue que llegaron a su actual lugar de residencia.

Los primeros tiempos, por supuesto, fueron un poco difíciles pero juntos los fueron superando, aprendieron el idioma, consiguieron techo y trabajo. Y ahora, ya pasados cinco años se sienten relativamente asentados.

Este es uno de los motivos que hace que María esté tan sorprendida con esta sensación rara, de a ratos hasta angustiosa, que tiene casi a diario. Y se le está haciendo cada vez más complicado soportar esto que no entiende.

Por suerte, María tiene una solución a mano que puede ayudarla. Una que es tan simple que casi nunca la tomamos en cuenta -podría decirte que me escribe para tener sesiones a distancia pero no, porque si bien eso la ayudaría no es de eso de lo que te quiero hablar hoy-. María tiene una herramienta fácil y simple de usar: el journaling. Y sí, no puedo evitar decirlo en inglés porque en castellano no se me ocurre otra palabra que “escritura” y esa tiene muchos sentidos.

El journaling sería la escritura de un diario y también la escritura aplicada para resolver ciertas cosas. Vamos a usar la segunda opción en este artículo. O sea que ya te imaginarás que no va a importar ni las faltas de ortografía, ni la gramática, ni la redacción, ni la caligrafía. No, en el journaling cambian un poco las reglas y la única que importa es que “asocies libremente” o sea que dejes fluir la escritura sin frenarte, sin pararte a dudar “si es tan así como estoy poniéndolo”, o si se escribe con “b” o con “v”.

Escribir libremente sirve mucho, mucho, mucho más de lo que podrías imaginarte. Claro, hay que darle un poco de tiempo. Pero incluso a veces con unos tres/cinco minutos puede alcanzar.

Entonces María busca un momento en que pueda estar a solas con el papel. Lo cual no es tan difícil. Se sienta y, la verdad, al principio se siente un poco extraña porque claro, no escribe así, de esta manera desde que tenía unos doce años y había empezado un diario íntimo. Pero como sabe que esto la va a ayudar soporta esos primeros momentos de extrañeza y se decide a escribir. Y en el papel en blanco imagina la pregunta y empieza a describir cómo se siente, qué va sintiendo en estos últimos días. Escribe y escribe y de pronto se detiene. No tiene nada más que decir, ya lo ha descripto perfectamente. Se siente tentada a releer pero por dentro siente que no hace falta: ya siente un pequeño alivio. Opta por dejar el texto y proponerse volver a escribir al día siguiente.

Ya con un poco menos de resistencia, en los días siguientes prepara sus citas: se hace un té de esos especiales que tenía guardados para ocasiones y elije dónde sentarse -a veces en la casa, otras en un café- hace del journaling su cita consigo misma y se pone a escribir nuevamente. Una de esas veces se le ocurre escribir acerca de cuando empezó a sentir esto, trata de hacer memoria, siempre escribiendo, total no importa ir y venir en el propio texto y en un momento algo se le ilumina, esto no empezó en cualquier momento, no. Fue muy cercano a la fecha en que falleció su abuelo, allá a lo lejos. Se perdió el funeral porque no llegó a tiempo, estos vuelos que no son lo suficientemente rápidos…. Ese día la práctica es acompañada por algunas lágrimas. Ese día, siente una tristeza muy grande; la siente y al sentirla a la vez siente que le sale de adentro y se muestra como para que María pueda procesarla.

Hasta acá la historia de María. La vida de los expatriados tiene muchas pérdidas, y muchas de ellas ni siquiera son registradas. No necesariamente porque querramos negarlas, a veces suceden tantas cosas a la vez, tantas cosas juntas… Y la escritura puede ayudarnos -y mucho- para poder ir procesando eso que, por los motivos que fuera, quedó en el camino. Y por eso hoy me pareció bueno hablarte de algo que no está muy difundido pero te puede ayudar y mucho, esta técnica del Journaling.

PD: Si te gustó este artículo dejame recomendarte también este y este. Y si te parece interesante seguir profundizando en la técnica de journaling, desde ExpatPsi desarrollé un Curso que te va encantar, descubrilo acá.

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