Al mal tiempo, mala cara

Ya voy teniendo varias semanas complicadas y por eso pensé en escribir y contarte lo que me pasó.

Después lo pensé de vuelta y caí en la cuenta de que no iba a interesarte demasiado enterarte que me desaparecieron todos los Likes y Shares de Facebook y de otras redes de los artículos del blog. Tampoco tenía por qué interesarte saber que logré detectar luego de un arduo (léase muuuuy arduo) trabajo de investigación que eso tenía que ver con mi obsesión por que las páginas de Expatpsi fueran “seguras” para Chrome. Y que las urls seguras son “https” en lugar de “http” y por eso están todos los contadores en un deprimente 0 (cero). En fin, claramente nada de eso te puede interesar.

Después pensé en escribir sobre cuando las cosas no salen como uno quisiera. Porque claro, antes -y gracias a otra arrrrrrrdua investigación- descubrí cómo hacer para que las url del blog fueran “https” que es lo que finalmente llevó a fojas cero a los contadores. Claramente las cosas no salieron como yo quería.

Y después recordé varias situaciones más en las que las cosas no salieron como yo hubiera querido. Por ejemplo aquel año en el que presenté un montón de proyectos. Entre empresas y organismos gubernamentales, me la pasé trabajando un montón en ellos y… no sé… por ahí a vos te llegó una respuesta… porque a mí nada de nada. Alguno que otro seguirá en el cajón (o mejor dicho en el inbox) del destinario que, por supuesto, lo había solicitado: nadie va a armar un proyecto de estos porque sí! Y otros, bueno, otros me parece que están funcionando sin mí… pero al menos funcionando. Entre vos y yo, eso a mí por lo menos me deja más tranquila. Porque la verdad es que esos proyectos estaban muy buenos y no necesito llevarme el crédito. Saber que están en marcha me da una cuota de felicidad y orgullo (aunque hubiera sido más coherente que me los pagaran, obvio).

Pero el punto no es este, el punto es que ese año pasaron muchísimas cosas buenas, todas inesperadas. Ninguna estaba en la planificación de ese año, ni siquiera las podría haber imaginado cuando empezó ese enero. Recuerdo que cuando terminó aquel año me pregunté si no había tenido una gran suerte en que no salieran los proyectos. Porque habían dejado lugar para todo eso nuevo que llegó.

Y después recordé lo que te había contado hace apenas unas semanas acerca del webinar que dicté. Ahí sí que la vida me había sorprendido totalmente!

Y no pude evitar recordar la melodía de “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…” No sé si podemos vivir sin que haya sorpresas. Pero a veces es difícil apreciarlas.

A ver, algunas son un bajón (como la que empecé contándote); otras son una alegría. Pero todo es parte de nuestra experiencia vital.

No puedo apurarme a decirte que es algo bueno esto que me pasó, porque la verdad no le veo el lado positivo. Al menos no hoy. Hay cosas que se reevalúan con el tiempo, eso ya lo aprendí. Como cuando te cuento de los proyectos sin respuesta. Pero sobre esto de ahora aún no tengo perspectiva suficiente.

Y seguro que a vos te pasa igual: un día te sorprende con algo lindo y otro con algo feo. Cuando estamos de buen humor es fácil celebrar lo bueno y pasar rápido por lo malo. Pero cuando venimos de períodos intensos o complicados es más probable que nos centremos en lo negativo.

¿Y sabés que? No te voy a decir que está mal. No te puedo decir que te pongas optimista y veas el lado positivo. Porque a veces es cuestión de perspectiva y uno no puede ver la “ganancia” hasta no tener la distancia suficiente. Y otras, no tiene nada de bueno. Porque eso también pasa.

Negar lo malo no hace que lo bueno sea más bueno. Para nada. Es más, te diría que al negar lo malo estamos barriendo la mugre abajo de la alfombra. Jamás vi que una casa quede limpia con ese sistema…

Te propongo más bien una mirada más “oriental”. Hay bien, hay mal. Hasta en lo blanco hay algo de negro y en lo negro algo de blanco.

Cuando todo fluye y sale bien, festejemos. Y si todo está saliendo mal, esperemos a que pare la tormenta. Pero no pasa nada si queremos protestar, quejarnos, maldecir un poco. Que después de todo, no deja de ser parte de ser humanos.

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